En un discurso virtual que tuvo lugar durante la Cumbre IX de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en la capital hondureña, Tegucigalpa, el Jefe de Estado abordó la preocupante situación de los migrantes, confirmando que todos ellos han sido tratados como delincuentes en el contexto actual. Este hecho resalta una realidad alarmante que afecta a muchos latinoamericanos, especialmente a aquellos provenientes de Venezuela, quienes se encuentran en situaciones críticas al intentar buscar mejores oportunidades.
El líder venezolano expresó su preocupación por el uso de legislación desfasada y perjudicial, citando específicamente la «Ley de Enemigos Extranjeros» de 1798. Este tipo de legislación va en contra de la normativa internacional sobre derechos humanos y presenta una imagen negativa de cómo se manejan las crisis migratorias en la región. «Es una ley anacrónica que carece de fundamento y que califica y criminaliza a cualquier migrante, lo que permite su captura, expulsión y confinamiento en condiciones inhumanas, semejantes a un campo de concentración en El Salvador», afirmó con indignación.
El Presidente también subrayó que en la actualidad, nuestras naciones enfrentan dos tipos fundamentales de agresiones: la primera de naturaleza económica, que afecta al desarrollo y la prosperidad de nuestros países, y la segunda de naturaleza humana, que está dirigida contra los migrantes. Esta doble crisis obliga a los líderes de la región a reflexionar sobre el papel que puede desempeñar la CELAC para abordar estos asuntos de manera conjunta y eficiente.
En este contexto, se planteó la pregunta de cuán efectiva puede ser la CELAC «si levantamos una voz común, si nos unimos como un bloque poderoso que comparta propuestas y acciones concretas». Enfatizó que debemos resistir los intentos de división que han surgido con el fin de que los países negocien de manera aislada, generando un clima de desesperanza que alimenta el individualismo. «Es hora de subir el volumen y construir una sola voz», insistió, destacando que todavía hay tiempo para desarrollar un enfoque más solidario y colaborativo.
«La independencia del siglo XXI está en proceso de ser construida», declaró el presidente, añadiendo que «la única alternativa viable es promover la unión a través de una verdadera emancipación en todos nuestros países». En su discurso, citó al patriota uruguayo José Gervasio Artigas, quien en 1816 afirmó que «no tenemos nada que esperar, salvo de nosotros mismos». En este sentido, el presidente insistió en que es imperativo que los latinoamericanos y caribeños busquen su propio destino, trabajando colectivamente hacia un futuro mejor.
Al final, hizo un llamado a la unidad en la diversidad, sugiriendo que nuestra fuerza reside en la autodeterminación y soberanía, al tiempo que destacó la importancia de construir una base económica, social y moral sólida para avanzar hacia una nueva era. «Es momento de levantarnos juntos y enfrentar los retos de este siglo», concluyó, reafirmando su compromiso con la causa de la humanidad y la dignidad de los que buscan una vida mejor. Además, el alto funcionario mencionó que tuvo que dialogar con el gobierno de Honduras debido a «amenazas a mi seguridad», lo que llevó a la decisión de posponer su visita a Tegucigalpa, resaltando aún más la complejidad de los temas tratados.